Rencor
Publicado el 8 de febrero de 2025
Rencor es una palabra demasiado mayúscula. No es como si dijera rosa chillón, melocotón o rabo de toro. No. Es rencor. Con su erre, su e, su ene, su ce, su o, su otra erre. Pero prefiero foca o mandarina, que invitan a soñar a inventar historias de cosas bonitas. No rencor, que avecina catástrofe. Que a la dices con determinación o mejor no la pronuncies. Porque decir rencor con temor es una muy mala idea. Tan mala idea como llevar un cinturón de tachuelas como diadema o un ramo de revólveres. Tan mala idea como cocinar dulce de manzana echándole sal. Y no es solo que empieza con erre, porque resiliencia también empieza con la misma erre y no se siente igual. Desde luego, si empezara con la ese de soñar sería mucho mejor. O con la pe de pensamiento. La a del apego al que me aferro para acabar decidiendo con qué palabra de todas me voy a quedar. Y no descarto el rencor, porque, aunque me pone la piel de gallina solo de pronunciarla, es mucho mejor que amargo, y eso que empieza con la a. Porque la amargura te deja en el sitio y el rencor te lleva a la acción. Aunque sea a esta acción, la de escribir sus seis letras en este cuaderno. Porque el rencor da un coraje que deja cicatriz. Llega vestido de noche con todas sus galas, su determinación y su valentía y hasta en un punto parece que te da felicidad. Una fría sensación de victoria que te hace mirar con recelo a esa persona a la que le tienes rencor. Esa persona que te quitó con dolor lo que más querías. Esa persona que dijo ser tu amiga y que ahora la miras con algo sabroso en tus ojos: sí, eso, rencor.
Deja un comentario