Amparo

Publicado el 10 de diciembre de 2012

El cráneo se le está dividiendo a cada grito. Ya no tiene dos ojos, sino cuatro, cuatro ojos saltones, redondos como los suyos y apunto de saltar de sus dos caras, manchados los cuatro por salpicaduras rojas de sangre hirviendo; dos narices, las dos hinchadas por la furia; la de la cabeza de la derecha es todavía más amplia, creo que es la de verdad; dos bocas, con cuatro comisuras llenas de rabia blanquecina que me escupen improperios en forma de canon: ahora una boca, ahora la otra; en el lugar del pelo, en las dos cabezas, tiene tentáculos negros que se menean enérgicos al ritmo de su enfado; no sé para qué esas extremidades pero intimidan mucho. Tampoco sé cuál es la cabeza de verdad. Creo que ninguna. Ni siquiera recuerdo porqué estamos discutiendo. Menos mal que nuestra hipocresía no nos obliga a seguir durmiendo en la misma habitación.

Fragmento extraído de mi novela Hormigas trepando montañas de azúcar.

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