El restaurante chino
Publicado el 10 de octubre de 2017
La china tuerta salió de su restaurante hacia las cinco, justo cuando yo aparcaba mi moto. Era china y era tuerta. Ahora ya no hay china, ni tuerta, ni restaurante, ni su hijo Jon-Lu. Yo iba todas las tardes a tomar pan de gambas y una coca-cola con ellos. También con el padre y su hermana Jong-Fang. Mientras creyeron que quien me gustaba era Jong-Fang todo fue bien. Pero un día la china tuerta, que nunca supe cómo se llamaba, nos encontró a Jon-Lu y a mí detrás del mostrador. Me encantaban aquellos ojos rasgados, esa piel fina y blanca en su cara redonda como nuestro pan de gambas… Una semana nos dejó tontear y aquel día cuando salió del restaurante mientras yo aparcaba mi moto lo dejó todo claro. Entendí que no debía buscarles, aunque vuelvo a este local, ahora cerrado, todas las tardes a nuestra hora. Vuelvo por si hay alguien a quien la china tuerta no le dé tanto miedo como a mí. Ojalá Jon-Lu.
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