Fortaleza
Publicado el 9 de septiembre de 2018
El general entró en su despacho. Las seis y diez de la mañana, el uniforme impecable, los niños con la nodriza, la victoria a solo un par de batallas, las condecoraciones en la pared y en su pecho. Nada podía salir mal. Cerró la puerta tras de sí. Era el mejor momento de su carrera. Se sentó en su escritorio. La sonrisa de la foto de Elisa con los niños le partió el momento. Y rompió a llorar.
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