Haciendo memoria

Publicado el 18 de abril de 2018

«Un flecha en un campamento…», «Juventud de Cruz Roja, adelante…», «Eran tres alpinos que venían de la guerra…», «O bella ciao…»; Llevábamos ya dos horas cantando los seis a grito pelao las canciones que habíamos aprendido en el campamento. Tres iban sentados en el asiento de atrás del Citroën GS junto a la yaya y los otros tres íbamos en el maletero, entre las bolsas de la ropa, la comida y la nevera de las excursiones. Mi padre conducía y mi madre llevaba encima a Frodo, el pastor alemán de la familia, como si aún fuera un cachorro aunque ya tuviera tres años. Solo tres éramos hijos de mis padres. Los otros tres eran primos. Dos, hermanos entre sí, y la otra, hija de otro tío. Pero las curvas hasta llegar a las cumbres donde estaba el chalet eran peligrosas. La yaya le hincaba las uñas a mi prima en cada giro que hacía el coche hacia el barranco. Por suerte, o no, yo estaba en el maletero. Un camión cargado de los troncos del incendio del año anterior bajaba a mucha velocidad ocupando toda la carretera. Mi padre tuvo que echarse a un lado justo donde el quitamiedos de piedra estaba roto. La rueda trasera derecha quedó suspendida sobre el barranco. Ahí estaba yo. Me asomé por la ventanilla y vi aquella magnitud de la naturaleza como si yo ya fuera un pájaro volando hacia el más allá. El camión pudo pasar. Se oyó cómo la respiración de los nueve comenzaba otra vez. En cuanto las cuatro ruedas del coche volvieron al firme nosotros seguimos con lo nuestro: «Eran tres alpinos que venían de la guerra…».

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