La bisabuela
Publicado el 17 de diciembre de 2013
Mi primer contacto con esta historia fue a través de una hostia; una hostia soberana. Digo soberana porque me la dio mi madre, máxima autoridad en mi familia por aquel entonces; y también soberana porque fue, a mis doce años, la primera, y también la última que he recibido jamás. Además, no me la esperaba; aquella conversación no pudo haber empezado de forma más inocente:
– Mamá, dice la Mari Nieves que la María de arriba y la Encarnita son novias…
– ¡Qué sabrá la Mari Nieves de novias ni novios!
– Y también dice que la María de arriba es mi bisabuela…
Y fue entonces cuando mi madre, sin decir ni una sola palabra, dejó sobre el mármol blanco de la cocina el cuchillo que llevaba entre las manos, giró sobre sus talones, chirriando la suela con alguna piedrecilla que encontró en el giro, y me lanzó con toda su fuerza la palma abierta contra mi pobre mejilla izquierda dejándome cuatro dedos blancos marcados sobre mi piel morena y un olor a peladura de patata que no logré borrar del todo en lo que duró aquel difícil pero intenso verano de 1973. Un verano en el pueblo, que parecía uno más, pero que había empezado con una hostia soberana en forma de interrogante con olor a peladura de patata.
2 comentarios
¡¡Que esa primera hostia sea el anticipo de otras muchas!!
Bueno… también esperamos otras muestras más benevolentes de la comunicación humana…
por Manuelo Battiato el diciembre 18, 2013 a las 9:17 am. #
Con tu hostia he recordado también la primera y última hostia que me propinó mi madre. Pero yo tenia 17 años y todo ocurrió porque llegue tarde a casa “las nueve de la noche”, igual que ahora, jaja.
por Teresa Bosque el diciembre 19, 2013 a las 8:17 am. #