La Marta o Marta la gorda

Publicado el 23 de abril de 2015

En el pueblo le llaman La Marta, en Valencia Marta Carmona porque en el trabajo hay tres martas. También habrían podido decirle Marta la gorda porque una de las otras es anoréxica, cincuentona y divorciada y la tercera, veinteañera tipazo. Ella recuerda que cuando entró hace veinte años como auxiliar administrativo, puesto en el que aún continúa, no había ninguna otra Marta y podía ser Marta a secas, aunque rellenita siempre ha estado, la verdad. Y aunque cuando llega el verano se arrepiente de los polvorones de Navidad, los buñuelos de Fallas y de las monas de Pascua, no cambiaría su cuerpo por el de Marta García, aunque podrían llamarle Marta la anoréxica. Nuestra Marta nunca ha entendido a las anoréxicas, pero mucho menos a las que lo son sin ser adolescentes. Marta García se puso un balón gástrico para adelgazar cuando se enteró de que su marido le había puesto los cuernos. Le dio una segunda oportunidad a su matrimonio y decidió perder peso para reconquistar a su marido. En la oficina todo el mundo sabe esta historia. Se quedó tan flaca que ya nadie la reconocía, ni siquiera su marido. Y ella se enamoró, pero de sí misma. Se gustó tanto dentro de la talla 36 que cuando llegó la hora de quitarse el balón no quiso hacerlo. Y por supuesto el marido la dejó. Ahora le avisa a nuestra Marta cuando ve que se pasa con el chocolate: «Martita, la mujer compuesta quita al marido de la otra puerta…», y ella le contesta «que se vaya a la otra puerta, que se vaya si hay cojones…» y se muerde la lengua por no decirle «…de lo que te sirvió a ti», y sigue con su tableta de chocolate negro con almendras que esta noche compartirá con su Antonio, que en el pueblo es El Antonio y en Valencia, Antonio a secas porque en la fábrica de cartones no hay más Antonio que él.

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