La tregua
Publicado el 28 de abril de 2006
Me gusta la cebolla, aunque me haga llorar. Sin embargo, detesto el olor que se queda en mis manos después de cortarla. Hago como mi abuela, que pelaba las cebollas con los guantes de fregar. El sol tímido de mediodía entra por la ventana de la cocina y reconforta mi cuerpo, entumecido ya por un invierno que no acaba de marcharse, y alivia mi mente, agotada por eternas discusiones que siempre retornan. La cebolla entre mis manos se me desdibuja por las lágrimas que vuelvo a verter. Me sobresalta la llave de Mario en la cerradura y oigo que entra indeciso, arrastrando los pies. Tarda demasiado tiempo en recorrer el pasillo, y sin embargo yo necesitaría una eternidad para enfrentarme otra vez a él. Supone que aún estoy enfadada por lo de anoche. Por fin aparece en la cocina y me dedica una modesta sonrisa, sincera y cálida que puedo intuir más allá de mi mirada borrosa, en el contraluz de la puerta. Se alegra de verme, y yo también; pero tiene razón, aún estoy enfadada. Se acerca, cada vez más seguro, respaldado por la mirada tierna que no puedo impedir concederle. Recoge mis lágrimas con el pulgar y me alegro de que crea que lloro por la cebolla. Me besa suave, húmedo, en la otra mejilla. Su respiración tibia se instala en mi pelo. Necesito que este instante dure eternamente, una tregua sin fin. Cinco lentas respiraciones que interrumpe con un beso furtivo con el sabor salado de mis propias lágrimas. Sonríe, esta vez vencedor. Estoy segura de que sigo enfadada. Sus bíceps firmes me cobijan desde detrás y no puedo evitar apoyar la cabeza en su hombro, abandonada a sus deseos. Acerca sus labios a mi oreja y susurra “perdóname”. Quiero zafarme de sus artimañas pero ya he contado, impotente, seis ligeros roces de su boca en mi cuello. Ya no puedo sostener el cuchillo en mis manos y se resbala entre mis dedos como se me escurren los motivos de mi resistencia. Cierro los ojos, las últimas lágrimas brotan, casi más por la evidencia de la batalla perdida. Mis manos enguantadas se enredan en su pelo y el olor a cebolla lo llena todo.
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