Los sentidos

Publicado el 12 de septiembre de 2007

La nieve fría y húmeda penetró por debajo de la ropa de Adán. Suave y rugoso, se sintió desdichado. Los dedos se le quedaban pegados entre sí y, al mismo tiempo, le invadió un profundo olor a limpio que le transportó a su hogar, al tacto cálido de la madera. Recordó la cocina de su casa. Mientras Adán se encontraba todavía tumbado sobre la nieve, podía escuchar a su abuela cacharreando, oía de forma nítida cómo batía enérgicamente los huevos, daba fuelle a la chimenea o aclaraba los platos bajo el fuerte chorro del grifo. Esos sonidos se le hicieron cada vez más cercanos hasta que se dio cuenta de que el serrucho que oía estaba junto a él. Le entró pánico. Pero el miedo era dulce, pegajoso. Un sabor a plátano le recorrió la garganta. Creyó que estaba cerca de la muerte porque su infancia se le hizo presente. Esta vez con sabor a chocolate, a avellana, a Navidad.

Un comentario

Haces unas descripciones estupendas que trasportan enseguida al lugar y ter hacen vivir claramente lo que explicas…
Por eso todo el mundo dijo lo del estres del relato de la dona.
Bueno y muchas más cosas que los entendidos te diran mejor claro..
Ciao

por María el mayo 7, 2008 a las 10:13 am. Responder #

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