Lágrimas con sabor a limonada
Publicado el 5 de julio de 2009
Walid apura su limonada casera, y ese olor templado a canela y hierbabuena le convierte en el dueño. Asmae reconoce en el gesto de su marido todos los siglos de dominio recogidos en un brazo que seca un bigote mojado de limonada dulce y amarga. El hiyab anudado al cuello alto de un suéter blanco disputa con su piel morena. Pero la mirada de sus grandes ojos oscuros es triste, aún detrás de su sonrisa de luna llena. Asmae mira de reojo a Walid. Quisiera decirle que ya no le quiere, que nunca le quiso, que con doce años no se puede querer a un marido impuesto de quince. Y que hoy, veinticinco años después, cuatro hijos más tarde y demasiadas limonadas, ya no le quiere. Pero el gesto de amo que Walid aprendió de su padre, y éste del suyo, y aquél del propio, la vuelve a aplastar en el silencio eterno, lleno de lágrimas de limón, canela y hierbabuena, lágrimas que hace muchos siglos que ya no le consuelan.
Un comentario
El drama y la realidad, lamentablemente, se conjugan a veces en el mismo tiempo verbal. Has sabido plasmarlo todo de una forma muy sencilla, pero muy elocuente. Todos deberíamos gritar bien fuerte: ¡Ya está bien!, porque es urgente que la igualdad de derechos y de obligaciones entre los dos sexos se convierta en lo cotidiano y no en lo extraordinario.
por José Manuel el julio 9, 2009 a las 7:51 pm. #