«Me quiere, no me quiere»

Publicado el 29 de febrero de 2020

Siete, ocho, nueve, diez… siete, ocho, nueve, diez… Apaga la máquina. Bebe agua. La vuelve a encender. Hace siete meses que Rocío trabaja en el turno de noche de la fábrica de ramos de plástico. Cuenta pétalos de diez y media a siete. Nada más lejos que deshojar margaritas, «me quiere, no me quiere», ante un amor no correspondido. Y, sin embargo, más cerca de lo que ella se imagina de ser una novia que olvidará para siempre los sueños del príncipe azul.

Un pétalo, dos pétalos, tres pétalos, diez. Apaga la máquina. Vuelve a contar los pétalos de la flor que acaba de pasar. Resopla. Se retira el pelo de la cara, su pelo rubio ahora pegado al cuello por el sudor frío. Hace siete meses que Rocío no duerme de noche porque trabaja para el mayor distribuidor de ramos de plástico, pero tampoco duerme de día porque no logra conciliar el sueño.

Siete, ocho, nueve, diez. Son las once de la noche. Solo hace media hora que ha empezado el turno de una noche interminable más. El silencio que las otras tres chicas le dedican se le hace cada vez más insoportable. Sabe  lo que piensan de ella. Va al baño. Se lava la cara ante el espejo que le devuelve su imagen y otra más. Es él. La ha vuelto a seguir hasta el baño. Una noche más. Siete meses después, mientras vuelve a pensar en su reputación, en el silencio de sus compañeras, sin saber todavía que esa será la menor de sus preocupaciones.

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