Otra vez la cucaracha

Publicado el 20 de agosto de 2010

Sofía arranca su Fiat Punto de color naranja segura de sí misma. Hace meses que su novio la ha dejado, cuando la mujer de él les pilló juntos. Pero ya se ha repuesto. Esta noche ha salido con sus amigos de siempre. Han cenado, en el chalet de los padres de Inés, pizzas y quebabs y después se han dado un buen baño nocturno en la piscina. Se lo ha pasado bien. Por fin está empezando a olvidar aquel día. Fresca, independiente y casi feliz enciende el coche. Ha bebido muy poco y el baño la ha despejado del todo. Es la primera en salir. Los demás se esperan un poco más, hasta que se les pase el efecto de la bebida. Nada más poner el motor en marcha nota un picor insoportable en el pie derecho, el del acelerador. Se arrepiente de no haberse quitado las chanclas antes de salir. Iría más segura con sus mallorquinas. No quiere pensar en el cosquilleo, pero nota una caricia entre los dedos y empieza a imaginar bichitos paseando a sus anchas por su pie. La carretera que baja de la sierra tiene bastantes curvas y quiere concentrarse en ellas, pero ya ha encontrado una imagen que no se quiere ir de su cabeza. Sobre su pie derecho hay una cucaracha, negra y roja, con alas desplegadas y patas nauseabundas que se pasean soberanas sobre su pie derecho. Trata de zafarse de ella pero no consigue más que acelerar. Se asusta. Casi se ha salido en la última curva. Se obliga a pensar en otra cosa pero sigue ahí el cosquilleo repugnante del que trata de desembarazarse dando una patada en el aire. Pisa, sin querer, el freno y casi pierde el control del vehículo. Está deseando llegar a casa. Pero la cucaracha está trepando sobre su pie y empina el camino hacia la pierna, cayendo una y otra vez y restregando su hedor por el cuerpo antes fresco de Sofía. Los amigos de Inés encuentran en la penúltima curva un Fiat Punto, de color naranja, completamente destrozado; y ahí está Sofía, sin vida, y esa hojita de césped todavía enredada entre sus dedos, ondulando insistente con la brisa del amanecer.

3 comentarios

La culpa es de su exnovio casado por pasarse de listo, no de la pobre cucaracha que sólo sigue su instinto…

por a primera hora... el agosto 23, 2010 a las 8:09 am. Responder #

Si hubiese parado el coche a la derecha de la carretera se hubiese dado cuenta de que tenía una hoja de césped, pero lo lógico no entra dentro de la fantasía de un relato.

por José Manuel el agosto 29, 2010 a las 8:14 pm. Responder #

Con mi fobia a estos insectos pienso que, probablemente, hubiese terminado como Sofía… no las puedo soportar

por Macuera el septiembre 28, 2010 a las 10:25 pm. Responder #

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