Los hombres no lloran

Publicado el 16 de marzo de 2011

Como los Ángeles al caer el sol me limpié las lágrimas. Los hombres no lloran me decía mi madre y también me lo dijo el profesor de latín cuando en 2º de BUP me pilló la chuleta en mitad del examen de septiembre. Ahora el test de embarazo me quemaba entre mis manos con un rosa inequívoco de paternidad. Ella acababa de salir de casa dispuesta a abortar. Pero los hombres no lloran, y tampoco paren. Como los Ángeles al amanecer yo, un hombre, volví a llorar.

Quiero pensar que fue así

Publicado el 23 de febrero de 2011

Y el americano Peter Ellis partió para siempre de Berlín, en la Nochevieja de 1923, dejando a su amada, la joven Lilí Waldstein, bajo la protección de su adinerada familia judía. Así se acaba una historia que Solmssen no quiso terminar, para que los lectores imaginemos la desolación del joven Ellis cuando, ya no tan joven, aún enamorado de aquella niña alemana, conociera, desde el otro lado del Atlántico, el devenir de aquellos a los que le obligaron a abandonar. Pero yo quiero creer que en 1945, Ellis regresaría para dar a los Waldstein una sepultura digna, imaginando el desgarro de ese padre que, hasta el último segundo de todos los que le hicieran sufrir, su dolor más grande sería no haber evitado la tortura de una hija a la que pudo salvar, si hubiera confiado en aquel joven americano. También quiero pensar que entre los nombres de los desaparecidos en Mauthausen o Auschwitz no encontraría a Lilí, a la que hallaría en un hospital de supervivientes, reestableciéndose de las heridas físicas y la desnutrición, y que él trataría, sin conseguirlo del todo, durante el resto de sus vidas, de curarla de todas las otras roturas. Yo quiero pensar que fue así.

Se acerca San Valentín

Publicado el 10 de febrero de 2011

Se acerca San Valentín, y aunque nunca lo hemos celebrado, los insistentes anuncios por todas partes me recuerdan que este año no estás. Los corazones envueltos en celofanes de colores me confirman que estoy olvidando ese olor tan tuyo a menta, limón y clavo. Pero por más que lo intento, no consigo que se vayan del todo tus solemnes costumbres y todos los viernes, como si aún estuvieras conmigo, preparo tu cóctel preferido, para recordar que te llevaste para siempre ese olor a menta, clavo y limón.

Una mañana cualquiera en un autobús cualquiera

Publicado el 4 de febrero de 2011

La cremallera de su abrigo se le ha atascado, enredada entre los flecos de la bufanda granate a rayas blancas que le regaló su madre el día de reyes. En el autobús hace calor y busca un asiento libre, aunque sabe que no lo utilizará incluso si hubiera alguno. Tiene solo diecisiete años y demasiados pensamientos atolondrados entre los guantes, también granates con rayas blancas.

Un divorcio, desde otro punto de vista

Publicado el 18 de enero de 2011

¿Por qué hoy nadie me hace caso? Mi ama pasa de largo, lagrimeando otra vez, y ni me mira. Él por fin sale del cuarto, pero no se acuerda de mi agua, ¿y mi paseo? Nadie parece verme hoy. Muevo más y más mi cola, a ver si me ven, y solo me falta ladrar; pero no les gusta que ladre en casa. Ya me riñeron ayer. Pero ¿y mi pienso?, ¿hoy no tengo sobras? Al menos agua, necesito agua. Mi ama se pone el abrigo, ¿me sacará ella a pasear hoy? Qué raro. Pero no, tampoco. A ver la niña; ella es la única que me reconoce, por fin alguien sabe que existo, pero solo me acaricia, como si yo no fuera más que una almohada o un peluche. ¿Y mi rutina? ¿Y mi paseo, mi agua, mi pienso? Nada. Si al menos mis tripas me dejaran dormir un poco…

Cariño, somos de los «buenos», pero perdimos

Publicado el 3 de enero de 2011

¿Qué estás leyendo mamá?

Este, Inés y la alegría, de Almudena Grandes.

¿De qué va?

De la guerra civil.

¿Y qué es eso?

En España, hace muchos años hubo una guerra de españoles contra españoles.

¿Hace mucho?

Bueno, no tanto. El papá de la iaia, es decir, mi iaio, luchó en esa guerra y pasó muchos años en la cárcel después.

¿En la cárcel? ¿Por qué? ¿Qué hizo?

Luchar en el bando de los que perdieron.

¿Ah sí? ¿Y quiénes ganaron?

Los malos.

¡Qué mal! ¿Y nosotros perdimos?

Sí cariño. Pero, al menos nos queda la alegría de saber que luchábamos por la libertad, la justicia, la democracia, los derechos humanos…

Y al escuchar el «nosotros» de mi hija me he dado cuenta de que la he empujado a tomar partido en un bando, del que, como yo, ya no podrá salir; un bando en el que yo me incluí tal vez a la misma edad que ella, cuando escuchaba las historias de mi iaia y de mi bisabuela contando del hambre, del estraperlo, las torturas, la clandestinidad, las detenciones a media noche, el miedo y la rabia; y por eso le he contado a mi hija de diez años que «nosotros» luchábamos en el bando de los «buenos»; un «nosotros» que incluye a muchas personas, también a mí, y, desde esta misma noche, a ella, que se ha sentido orgullosa de ser de los «buenos», aunque perdiéramos la guerra.

Entre el silencio de tenerte y el ruido de olvidarte

Publicado el 23 de noviembre de 2010

El insistente cloc, colc, cloc me atormenta con su ritmo. Golpes de agua me imploran que te olvide. Cloc, cloc, cloc. Los silencios también me recuerdan que te has ido. Y entonces, cloc, cloc, cloc, como un lamento, como un suspiro. Cloc, cloc, cloc, una lluvia de tristeza que tropieza en el rencor. Y trato de olvidar. Y entonces, cloc, cloc, cloc.

Cuenta hasta siete

Publicado el 28 de octubre de 2010

Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… ¿Quién se ha acabado mi leche? Mal empezamos el día… Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… No puedo esperar a que acabes de peinarte, cariño, llegamos tarde… Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… Intenta no volver a dejarme el coche sin gasolina por las mañanas, y por favor, el freno de mano puesto y la marcha quitada… Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… ¿No ves que no me puedo echar para atrás? Atropellaría a alguien. Ya sé, ya sé que mi madre es lo que dices, pero no me puedo mover ni un poquito… Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… Y ahora la otra se pone a llorar. No pasa nada, chiqui, entra al cole, la mamá vendrá a por ti esta tarde… Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… ¿Por qué todos los semáforos se me tienen que poner en rojo?… Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… Lo sé, lo sé; otra vez tarde…

Te recuerdo

Publicado el 18 de octubre de 2010

La otra noche me acordé de ti, otra vez. Llovía, y sentí que los truenos y los rayos perturbaban esa paz que ahora deberías tener. Te recuerdo con aquella sonrisa de leche y toda la vida por delante; cuando no te querías acostar, o cuando te escondías de las tormentas detrás del sofá. Entonces tu madre y yo disimulábamos nuestras risas porque aún eras pequeño, aunque tu cuerpo siempre se empeñara en mostrarse mayor que tú. Recuerdo tus juegos, tus caballos, tus canicas… el baile de preposiciones, tu obstinada negación, y esa energía desbordante que nunca aprendiste a controlar. Te recuerdo y así te recordaré siempre, como eras, un niño grande queriendo llamar la atención. Y si aún tienes miedo a los truenos, tal vez te consuele saber que las noches de tormenta me estaré acordando de ti.

Felicidades: 23-09-93. Te quiero

Publicado el 23 de septiembre de 2010

El bote de pintura en aerosol se le escurre a Antonio entre los dedos. Como un fugitivo se adentra en la noche para darle una sorpresa a María. Vence las dificultades diciéndose una y otra vez casi en voz alta: «Le va a encantar, le va a encantar, le va a encantar…».
Mª José se detiene en el portal de su casa para leer un letrero en rosa pintado en el suelo: «Felicidades: 23-09-93. Te quiero». Arrastra su soledad en forma de caniche malhumorado a las siete y media de la mañana mientras piensa qué romántico sería despertar un buen día con alguien tan enamorado.
A las nueve menos cinco sale María con los gemelos en el carro y Sofía llorando detrás. Hoy se le ha hecho tan tarde que no ve la pintada que acaba de emborronar con las ruedas del cochecito. Sólo al volver a casa, cerca de las nueve y media, descubre con espanto que Antonio, una vez más, se ha saltado la orden de alejamiento.