Y al final del túnel se escapó su sombra
Publicado el 7 de mayo de 2010
La niña quería salir de aquella vida enmarcada de dulces y suaves garabatos y se dejó llevar por ese ojo felino donde nadie podía encontrarla. Tenía miedo a perderse, y dos voces se contradecían exigiendo que se quedara y que siguiera a la vez. Pero no obedecía a ninguna de las dos, imaginando que era así mayor su ejercicio de libertad. Bella soledad. «¿Seré yo quien se ha perdido?». En color, el rojo intenso de su vagina y el negro de su libertad atascada entre las cejas doloridas. El lobo lloraba ante los siete enanitos y les contaba que las caperucitas de hoy ya no se dejan engañar. La niña mordió el chocolate justo al ver a su madre. Y al final del túnel se escapó su sombra.
Ayer escuché tu voz entre los vivos
Publicado el 25 de abril de 2010
Ayer escuché tu voz entre los vivos. Ayer oí tu grito entusiasta, de tenor murciano, contra la impunidad del franquismo. Tú no acabaste en la cuneta ni en una fosa común como tantos compañeros. Los falangistas se tomaron mucho tiempo para hacerte sufrir. Cárcel tras cárcel, redada tras redada, palizas, silla eléctrica, muchos años, todos los que te quedaron de vida, de miedo, aquel miedo que se te quedó para siempre en el cuerpo y el alma. ¿Te acuerdas de esa foto? Por la media sonrisa intuyo que aún trabajabas en la vocación que también te arrancaron, maestro de la Institución Libre de Enseñanza. Nos contaste que no sólo te quitaron la cátedra sino que te prohibieron la docencia. Hace más de treinta años que ya no estás, pero tus hijos y nietos nos llevamos grandes lecciones tuyas, que nunca han podido arrebatarnos: la igualdad, la tolerancia, el compañerismo, la justicia, la alegría y la esperanza que jamás perdiste, y también el amor a las cosas pequeñas. Te recuerdo enseñándonos una mariquita o una hormiga mientras nos decías: «¿veis ese insecto tan insignificante? Pues no lo matéis y queredlo como a vosotros mismos porque gracias a él también gira el mundo». Y por eso sé que ayer estabas gritando entre los vivos para que el mundo siga girando y para que recordemos tu voz siempre jovial y combatiente.
La última nota
Publicado el 16 de abril de 2010
En el recibidor de casa había un taquillón de madera de pino, colgado de la pared, con dos puertas de pizarra negra, una encima de la otra. En la de arriba se anotaban las cosas que había que comprar y en la de abajo los recados familiares. Casi siempre se leía arriba: “yogures, pan de molde, fruta” o “pasta de dientes, plantillas para la peste de Andrés…”; y debajo: “No me esperéis a cenar. Sandra” o “Recordad que tengo yoga. Mamá. PD. Hay caldo, podéis hacer fideos” o “Me llevo el coche de mamá. Volveré pronto. Andrés”. Dentro del taquillón se amontonaban tiques de la compra, llaveros, cartas sin abrir, propaganda de cualquier cosa… Un mueble que reflejaba como ningún otro el alma de la familia. Un día la pizarra de arriba se quedó limpia y en la puerta de abajo ponía: “Salgo a pasear. La yaya”. Hace tres años que nadie ha borrado el mensaje, esperando el regreso de la abuela. Su nota nos quedará siempre, como el único recuerdo que el alzheimer respetó, en aquel taquillón que permanece desde entonces congelado, reflejo evidente de nuestro vacío.
La chica de 16 años
Publicado el 8 de abril de 2010
Positivo. No hay duda. La chica de 16 años está sentada en el suelo del servicio de mujeres de la tercera planta de El Corte Inglés, donde hace dos semanas vino con su amiga Andrea para comprarse unos vaqueros. Hoy está sola, con un test de embarazo en la mano que marca el círculo del centro de un rosa oscuro inequívoco. Se imagina a su padre gritando: «Tú abortas como yo me llamo Antoni Brotons», y a su madre, sin decir nada, con la cara entre las manos y tomando una detrás de otra todas esas pastillas. Pero ahora tiene el culo helado por estar sentada en el suelo de los servicios de El Corte Inglés, donde hace apenas un par de semanas aún era una niña de 16 años.
Engañándonos
Publicado el 11 de marzo de 2010
La mujer de la falda granate cruza el semáforo en rojo. Yo la veo desde mi ventana y sé que se ha dormido esta mañana, otro día más tras una noche de insomnio. Ni siquiera el pintalabios fuerte, ni la falda a juego lograrán que no se le note la angustia. Yo también me miro al espejo y veo las marcas del sueño y de los años que no puedo evitar que pasen. Quiero romper la monotonía del silencio y del hastío pero hace más de quince años que esta cobardía me somete. Y como la mujer de la falda granate, sigo levantándome tarde todas las mañanas y pintándome fuerte los labios para engañar a mi autoestima.
Traición
Publicado el 25 de febrero de 2010
Aquellos años en la facultad fueron los mejores de su vida: las risas, los novietes, la pandilla… Aún recuerda el olor del café de las tres de la mañana, cuando ya no podían más y todavía les quedaba por estudiar los tipos de demandas penales. Recuerda todo eso cuando sube al taxi que la llevará lejos de esos recuerdos. Hacía tres años que no se veían, y veinte desde que acabaron Derecho. Pero hoy ha muerto esa amiga en la que un día creyó. El taxi la conduce al cementerio. En el trayecto revive sus palabras: «No creo que pueda»; «me arriesgo mucho»; «yo ahora estoy muy bien considerada en el bufete y no puedo interceder por ti, compréndelo, vienes de oficio y aquí, no es por nada, pero estáis fatal vistos los de oficio». «Aquí no puedo hacer nada pero le puedo dejar tu currículum a un colega de menores al que no le vendrá mal tu experiencia barriobajera, no es por ofender, mari, pero aquí no encajas para nada». «Mándame tu dirección por mail y ya te digo algo… ¡ah!, y dale recuerdos a tu madre». Y por eso va ahora al cementerio para darle recuerdos a su madre, que hace un año murió, y porque no tiene otro sitio donde llorar la pérdida de quien un día creyó su amiga.
Sonríe si me reconoces
Publicado el 17 de febrero de 2010
El esmalte de las uñas está cuarteado, pero ya no me da tiempo de repasarlo. Tengo que salir hacia el aeropuerto. Este rojo de los labios se ve demasiado fuerte, así no me reconocerán. Todo me da vueltas, el corazón me late tan fuerte que tengo la sensación de que el taxista me va a pedir que deje un rato de dar esos golpes: pam-pam, pam-pam, que parece que resuenan fuera de mí. A ver si salta ya todo este esmalte. Hace cinco años que no les veo. Cinco largos años que salí de Bogotá con la maleta vacía. Allí dejé a Andresito, con sólo dos años, y a Pedro, que ya era un hombrecito de seis. Ahora tendrán siete y once, y seguro que ya no me reconocen, aunque sea su madre, aunque lleve cinco años mandando cartas y llamando todos los viernes, el día mejor de la semana, el que he esperado con ansia durante 246 semanas. Pero hoy no creo que se acuerden de mí, aunque mírales yo les he reconocido enseguida al bajar del avión porque tienen el mismo andar de siempre, la misma mirada temerosa e implorante de cuando el avión lo cogió su madre y, mira, sí, sí, esa sonrisa feliz de quienes han reconocido a su madre aunque hacía tanto, tanto tiempo…
Amor
Publicado el 9 de febrero de 2010
La pequeña Miriam y Henri, el saboteador, huían de la mafia cuando les sorprendió el terremoto. Han quedado atrapados entre los escombros de un edificio y aunque tocan dos de sus dedos con dos del otro no se pueden mover. La boca de Henri sabe a sangre y a cal pero él sabe que saldrá vivo de ésta. No sufre por él sino por la pequeña Miriam, la haitiana de cinco años, que parecía deficiente mental y que se le había pegado a él como si fuera una hermana pequeña; la hermana que nunca tuvo, la familia que no conoció. Henri sólo tiene siete años y hoy sabe lo que es amar a la pequeña Miriam, a la que oye gemir y llamarle y puede tocar con sus dedos estirados y gritarle que resista que vendrán a por ellos.
Me acuerdo
Publicado el 26 de enero de 2010
La noche se cuela triste por mi ventana cerrada. Me acuerdo de ti. El día se despierta nublado diciéndome a gritos que no me demore. Y también me acuerdo de ti. La mañana transcurre serena y hoy también me acuerdo de ti. La tarde me acecha una vez más con sus lamentos y la noche se quiere volver a colar. Y, entonces, aunque me acuerdo de ti, sonrío.
Lunes
Publicado el 18 de enero de 2010
Es lunes. Mario se levanta a regañadientes y después de comprobar que fuera está nevando enciende la calefacción. Necesita una ducha hirviendo para entrar en calor pero con el champú todavía en el pelo se apaga la luz. Laura ha encendido demasiados aparatos eléctricos y han saltado los plomos. Los niños tardan una eternidad en levantarse. Los lunes es Mario quien los acerca al colegio pero hoy llegarán todos tarde, seguro. Durante el desayuno, pelean; alguien ha dejado un monopatín donde no debía. Entre el ajetreo, una taza de café se vuelca y va a caer sobre la camisa de Mario. ¿Hay alguna manera de arreglar este lunes?