Noche tras noche
Publicado el 15 de junio de 2009
Y Alicia se le apareció en sueños. O eso creía él. Noche tras noche su voz de terciopelo le susurraba en la nuca que le había querido. Le cantaba los poemas de amor que él había olvidado. Le traía el olor de las flores que ya no le compraba. Noche tras noche notaba el sabor de sus besos manchados de sangre y entonces se despertaba agonizando en su celda, dispuesto a cumplir la penitencia que los vivos le habían sentenciado, pero incapaz de soportar la de los muertos. La figura fantasmal de Alicia se aparecía sin avisar, con su camisón blanco teñido de rojo y esa sonrisa que le quedó al morir, la de quien sabe cómo vengar la propia muerte. Y es que, noche tras noche, Alicia vuelve a dormir junto a él, helándole la espalda con el frío del abismo, y cada mañana amanece en su celda bañado por la sangre de ella que él, una noche, hace ya mucho tiempo, derramó. Y así, noche tras noche…
Desde donde cuenta el gato
Publicado el 8 de junio de 2009
Cuando te cambias de casa, durante meses dejas de encontrar lo que buscas y aparece lo que no esperas. Eso me está ocurriendo a mí en estas últimas semanas y esta misma mañana, entre cajas, papeles perdidos, sobres amarillentos y cachivaches ha venido a mis manos un viejo poema que escribí no se sabe cuándo. Creo que tendría unos diecisiete años cuando conté que mi alma era un gato, mirando desde lo alto de una roca llena de sol. Y ese gato me ha contado hoy que creció, que continuó al sol y que desde entonces ha visto la vida desde lo más alto. He escuchado los maullidos de mi madurez a través de esa imagen llena de anhelos y he calmado los miedos del futuro con el ronroneo apagado de la esperanza. Entonces ese gato rayado y oscuro ha bajado de mi escritorio de cristal y se ha marchado meneando la cola. Sólo se ha vuelto una vez, para decirme que no me acomode en mi roca, por más soleada que esté.
Purpurina amarilla
Publicado el 29 de mayo de 2009
Tenéis razón, pequeñas almitas de la noche que sigilosas venís a susurrarme al oído canciones consejeras de optimismo. Y es que a veces uno cree ver lo que sólo sueña y recuerda más de lo que imagina. Pero no me abandonéis en el desconsuelo y la desesperanza porque gracias a vosotras revivo al día siguiente del duelo y el llanto; y detrás de toda ausencia, de todo mal trago, de todo sinsabor aparecéis vosotras, damitas de la conciencia, y llenáis mis palabras oscuras de purpurina amarilla con olor a jazmín.
Otra primavera rota
Publicado el 22 de mayo de 2009
Una primavera resquebrajada por la humedad y la ausencia, de ese calor que no llega y parece decirte que no te confíes porque la añoranza siempre llega con retraso y el tren que espera salir con el buen tiempo se ha parado en la penúltima estación, esa que parece que en lugar de arribar, alarga el viaje, un viaje eterno por las estaciones que nos escribe desde el invierno y nos cuenta de amor, de nostalgia, de cárceles, torturas, pasiones y destierros, pronosticando que esta primavera también se romperá, justo por donde no lo esperas, por la esquinita de arriba, la que te habla de esperanzas, de luchas y recuerdos, la que necesitabas para que templase la ausencia.
Nunca olvidarás a Alicia
Publicado el 13 de mayo de 2009
La sangre de Alicia todavía se secaba entre mis dedos. Desde entonces, el olor a hierro oxidado me devuelve el recuerdo de mi imagen patética tratando de arrancar de entre mis uñas su rastro de vida, o de muerte. Alicia aún me miraba desde sus ojos vacíos. Y yo sólo sabía llorar. Ni siquiera atinaba a liberarme de ella. ¿Cómo sesenta y dos kilos podían pesar como doscientos? ¿Y cómo llegó a caer sobre mí? La policía tardó en llegar y me encontró todavía con la mujer que había amado pegada a mi cuerpo, como susurrando que no la olvidara. Y no podré. Esa imagen del destino me acecha en cada madrugada, en todas las noches y los días que he jurado que soy inocente.
Había una vez
Publicado el 3 de mayo de 2009
Había una vez un ático estrecho, con un pasillo largo y oscuro que daba a un iluminado comedor, donde no sé cómo cabíamos veintitantos en Noche Buena, y una cocina con la pila alta de mármol que servía para bañarnos, quitarnos piojos y fregar montones de platos. Las ventanas del comedor se asomaban a los tejados de los gatos, que sirvieron para que más de uno abandonara el chupete. Había además un baño pequeño, logro de la modernidad que había tardado mucho en llegar a esta casa de suelo de mosaico valenciano, techos altos y talla de principio del siglo pasado. Y al final del todo estaba la terraza, reinado del yayo, su bata, sus juegos de competición, y su tos; y de la yaya, con sus plantas, sus rulos rubios y el aroma de su café recién hecho. Pero también era nuestro. Podíamos estar horas al sol jugando con caracoles, martillazos que atraían a las abejas, juegos de mayores que aún no entendíamos e historias de terror con Marieta de protagonista. Eso sí, antes de llegar al paraíso había que subir cinco pisos, como diez, con viejos escalones desgastados, y atravesar el recuerdo de vidas que nos habían contado en cada una de las nueve puertas abandonadas de las que salía un aire frío con olor a miedo. Arriba del todo, la infancia tenía lugar, con sabor a fritillas y chocolate.
Tras la sombra de una sonrisa
Publicado el 25 de abril de 2009
Le ha vuelto a pasar. Es la tercera vez que lo abandona todo por correr tras la sombra de aquella sonrisa. La última vez fue hace dos años, cuando aún trabajaba en el servicio público de limpieza y la boca de sus sueños apareció de pronto tras los excrementos del perro que sujetaba. La primera vez fue menos evidente al principio, porque no reconoció el motivo de ese magnetismo. De eso hace ya seis años, casi tres después de enviudar. Su sonrisa se dibujó en la madre de un amigo de su hijo pequeño. No sabía qué le pasaba. Solo que necesitaba estar junto a los labios de esa mujer. Más tarde, cuando pudo convencerla para que retirase la denuncia por acoso, se dio cuenta de que algo ocurría. Hoy le ha vuelto a pasar. Le ponía gasolina a un vehículo, cuando de él ha salido su conductora: una bajita, morena y simpática joven con la misma sonrisa que su mujer. Ha vuelto a correr tras su rastro. No sé si esta vez la alcanzará.
Al sol
Publicado el 10 de abril de 2009
Por fin un poco de sol: rayos reconfortantes que calientan los dedos de mis pies, entumecidos por aquel frío espantoso. Y es que el nicho estaba helado, bajo esa tierra húmeda, pesada y oscura. Pero los pies aún estaban peor. Había una rendija diminuta por la que pasaba todo el aire del invierno antártico. Luchando el frío polar contra la propia muerte.
Desencuentro
Publicado el 3 de abril de 2009
Ella se miraba desde abajo, pero no lograba verse. El cuerpo despeinado y el camino perdido entre la multitud: los desencuentros, los sabores amargos, los no te quiero, los no te olvido que olvidó. Él trató de escucharla, pero también desde abajo, y no la oyó.
Luces y sombras
Publicado el 27 de marzo de 2009
El rayo helado de la mañana se deja caer contundente sobre las fachadas blancas y limpias; mientras el ángulo oscuro del día enfría las miradas. Ella, con la suya antigua, entre el blanco y el negro manchado de sepia. Y otra vez la sombra, que lucha por empequeñecerse ante el sol del día. Como un hada madrina ilumina con su varita, orgullosa y altiva; felina mirada que domina la distancia inoportuna. La línea horizontal apaga lentamente el goce de las luces y los rojos amarillean de dulce almibarado mientras la mañana se deja caer como un apagado olvido. Una estrella despunta en el claro-oscuro del día: azul marino surcado de naranja anaranjado, azulado y celeste. Un abismo de olas resquebraja el ritmo apasionado del sueño diurno y atrapa la inconsciencia apasionada, esponjosa textura de algodón morado. Y al final las ventanas encendidas en el hogar de la nada.