Saludo y despedida

Publicado el 5 de abril de 2012

Emilio llevaba tiempo en el bosque. Se echó a la montaña cuando detuvieron a su padre, el trampas, antes de que acabara la guerra; aún no sabe nada de él. Su madre trató de impedírselo, pero al hijo del herrero no había quien lo detuviera, ni siquiera su madre, por más que lo intentó. Antonio tampoco dudó en afiliarse cuando su padre se lo ordenó. Nadie podía negarse a la voluntad del alcalde, y menos cuando el alcalde era el padre de uno. Antonio y Emilio se habían criado juntos, corriendo por las eras y robando los huevos del cura don Pascual: «cabrón a quien pille don Pascual», y casi siempre era a Antonio, paticorto y culigordo. Hacía ya tres años que no se veían, desde que Emilio se fue a la montaña y Antonio cogió el fusil. Y se han encontrado de nuevo sus miradas, justo en el momento en que se han reconocido, cuando Antonio dispara a los cuatro putos rojos que los compañeros han encontrado en el bosque. Y apoyados los cuatro en aquel paredón Emilio grita, como único saludo y también despedida: «Antonio, cabrón, dile a tu padre y a don Pascual que ¡Viva la República!».

2 comentarios

He tardado un poco en reaccionar con este relato pero cuando lo he hecho me ha dado un escalofrío. Es un hecho que el ser humano no aprende de sus errores.

por carmela el abril 6, 2012 a las 9:00 am. Responder #

Es cierto, no solo no aprende de sus errores sino que además siempre permite que afloren sus mas bajos instintos, no importa de que color lleve el uniforme. Tal vez algun día debajo de la mirada se dibuje una sonrisa sincera

por IRENE el abril 8, 2012 a las 9:51 pm. Responder #

Deja un comentario

Requerido.

Requerido. No será publicado.