Un adiós de todos los colores

Publicado el 19 de enero de 2019

La muerte llegó vestida de azul marino aquella mañana de tempestad. El atasco, los niños, el trabajo y la colada se desdibujaron justo cuando sonó el teléfono desde el hospital. «Ya está», dijeron. «Ya descansa», pensó. Se acurrucó en su manta del sofá, aquella manta amarilla que le había acompañado en este último largo invierno; ese amarillo fue borrando poco a poco el azul marino de la tempestad. A él le gustaban los colores fuertes, vivos. Ya se lo había dicho. «Nada de luto en esta casa». Le encantaba la belleza multicolor de un beso de buenosdías, de un desayuno afortunado, de una gominola verde escondida entre las sábanas. «Habrá que decírselo a los niños», pensó. Y mientras pensaba se despistó con el fuego. La quemadura en su piel le volvió a recordar a él. Escocía en rojo, su rojo entusiasmo. Volvió a evocar su sonrisa, la noche anterior, diciéndole adiós. Sonrisa luminosa, de todos los colores.

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