Un cuento para soñar

Publicado el 24 de agosto de 2005

Publicado en el libro de Cruz Roja 20 historias para la paz (2005)

La niña tiene tu edad, seis años. Un día como cualquier otro, jugando sola en la playa, oye tras un montículo alto de arena varias voces masculinas que le llaman la atención. Se oculta tras la montaña y tratando de escuchar entiende, entre murmullos, que van a quedar esa noche para zarpar en una barca pequeña, que los hombres señalan sin cesar. Espera a que se marchen para bajar hasta la barquita. Encuentra una barcucha, de las que llaman patera, vieja y desconchada con dos mantas sucias y una botella de agua medio vacía.

La niña se esconde, sabe lo que esos hombres van a hacer. Es igual que cuando su hermano mayor se marchó, con sólo quince años. Ahora ya tiene diecisiete y ha prometido que no lo volverá a hacer nunca más. La niña no cree a su hermano, ella ve la huida en su mirada. A lo mejor esta vez no es él quien se marcha.

La niña no quiere volver a ver a su hermano, ni a ningún otro, regresar con los ojos perdidos en el fracaso, con la angustia de contar a sus familias las ilusiones frustradas, con sus cuerpos maltrechos y algunos malheridos. Pero no puede hacer nada. Sabe que se seguirán yendo y que, tal vez, algún día incluso le toque a ella huir de su hogar, de su madre, de sus hermanos, de su playa… Le saltan las lágrimas por ella y por los que no ha vuelto a ver, como su primo mayor.

La niña termina durmiéndose acurrucada en la barca, mecida por una suave brisa marina. Sueña con que el mar le habla y le cuenta que los que han zarpado esa noche han llegado a su destino sanos y salvos y han conseguido entrar en los países donde se puede comer y llevar ropa nueva y zapatos. Se despierta contenta y regresa a casa para cenar.

La niña cena un trozo de pan junto a sus ocho hermanos. Falta el mayor. Su madre dice que se ha ido a buscar otro pozo de agua porque se ha secado el que encontraron el año pasado.

La niña sabe que su hermano se irá a buscar el pozo más allá del mar. No dice nada, si no es esta noche lo hará otro día, así que le deja marchar. No quiere volver a la playa mientras los demás buscan a sus hijos, hermanos y amigos sabiendo lo peor. Temen que no regresen nunca pero mantienen la esperanza callada de que a ellos, esta vez, les haya ido bien.

La niña regresa a su playa una semana después. Jugando en la arena se encuentra una gran caracola. Nunca había visto ninguna, suponía que venía del mar y la examinó con detenimiento y curiosidad. En uno de sus movimientos con la caracola se la colocó en el oído y escuchó el sonido marino que todos los niños oyen en cualquier parte del mundo.

La niña supo que era el mar quien le hablaba, como en su sueño, para contarle que su hermano está bien y que, esta vez, sí que ha conseguido llegar a ese sitio donde le darán de comer y podrá llevar zapatos. A lo mejor, hasta envía unos para ella.

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