Un recuerdo dulce

Publicado el 28 de marzo de 2008

La abuela avivó el fuego una vez más. Parecía que esta vez nos íbamos a quedar sin fritillas. Nos riñeron. Si no sacábamos al gato de la alacena esa tarde no merendaríamos nuestro dulce favorito. Convencimos a los primos mayores para que soltaran al pobre animal, acostumbrado ya a nuestras travesuras. Mamá terminó la masa, la yaya renegaba chillona y la abuela volvió a avivar la lumbre. El aceite de la sartén comenzó a hervir y mamá tiraba sobre él pegotes de masa que se condensaban en unas fritillas golosas. La yaya echaba el azúcar brillante y los niños nos precipitamos sobre el dulce esponjoso. Pero quemaban. No nos importaba. El ardor en la lengua dejaba un nosequé entre áspero y dulce. La abuela seguía reavivando el fuego, la yaya chillaba por cualquier cosa, mamá preparaba ya la cena suculenta y nosotros volvimos a buscar al pobre gato.

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