Había una vez
Publicado el 3 de mayo de 2009
Había una vez un ático estrecho, con un pasillo largo y oscuro que daba a un iluminado comedor, donde no sé cómo cabíamos veintitantos en Noche Buena, y una cocina con la pila alta de mármol que servía para bañarnos, quitarnos piojos y fregar montones de platos. Las ventanas del comedor se asomaban a los tejados de los gatos, que sirvieron para que más de uno abandonara el chupete. Había además un baño pequeño, logro de la modernidad que había tardado mucho en llegar a esta casa de suelo de mosaico valenciano, techos altos y talla de principio del siglo pasado. Y al final del todo estaba la terraza, reinado del yayo, su bata, sus juegos de competición, y su tos; y de la yaya, con sus plantas, sus rulos rubios y el aroma de su café recién hecho. Pero también era nuestro. Podíamos estar horas al sol jugando con caracoles, martillazos que atraían a las abejas, juegos de mayores que aún no entendíamos e historias de terror con Marieta de protagonista. Eso sí, antes de llegar al paraíso había que subir cinco pisos, como diez, con viejos escalones desgastados, y atravesar el recuerdo de vidas que nos habían contado en cada una de las nueve puertas abandonadas de las que salía un aire frío con olor a miedo. Arriba del todo, la infancia tenía lugar, con sabor a fritillas y chocolate.
6 comentarios
Si que es emotivo y bonito, creo que a la yaya le encantará, espero que todos sus nietos se acuerden también como tu de la luminosa infancia.
por carmela el mayo 3, 2009 a las 1:47 pm. #
Tendrás que recordarme las historias de Marieta alguna vez…
por anonimo el mayo 4, 2009 a las 7:43 am. #
Tal vez de ahí viene la tendencia familar a buscar casas que se asoman sobre las demás. Casas donde poder seguir el sedante vagabundeo de algún gato, y donde más tarde, como por imitación, estirarse sobre la terraza para notar el sol en la barriga. A veces, en mi casa, me da por bajar por las escaleras. Se trata una de esas escaleras de terrazo impoluto y perfectamente iluminadas separada de cada rellano por una puerta metálica. Pero aun así, me permite estar un rato más conmigo mismo… antes de llegar a la calle
por Morris Waiter el mayo 4, 2009 a las 6:47 pm. #
HOLAAAAAAAAAAAA
Me presento, soy M. Carmen, del club de lectura de canet.
Leo todos estos relatos y me encantan, es una maravilla conocer personas que sabe tanto de escribir. Además, leo y te veo a ti, Marta.
por Mª Carmen Ibáñez el mayo 5, 2009 a las 11:10 pm. #
Me encanta… como tuyo es tambien parte del relato de mi infancia… Ahhh yo recuerdo tb el armario del salón de donde uno siempre sacaba cosas con qué jugar…zapatos de la yaya, azucarillos…y un buen escondite. Y ver el polvo que flotaba en los rayos de sol de la habitación que daba a la terraza… tb nuestro dominio.
ciao
por maria el mayo 7, 2009 a las 7:12 pm. #
Recordar el pasado siempre produce cierta morriña. Las cosas sencillas, rústicas, que hoy ya no son así. Seguramente, en la mayoría de las ocasiones, nos encontramos mejor con las comodidades de la actualidad, pero hay algo en el pasado, que irremediablemente nos hace evocarlo, en el silencio de la soledad, cuando cae la lluvia…
por José Manuel el mayo 15, 2009 a las 5:19 pm. #