«No me contestes, niño»
Publicado el 9 de agosto de 2010
Muchos dicen que Abel tiene mal genio, que pronto se enfada, golpea puertas, o deja a los demás con la palabra en la boca en mitad de una discusión, mascullando entre dientes alguna oración malsonante. Y es cierto, no ha aprendido a ser sincero y no sabe escuchar opiniones contrarias. Pero Abel no es culpable del todo. Demasiadas veces oyó en su niñez y sobre todo en la adolescencia aquella expresión autoritaria: “No me contestes, niño”. Sin darse cuenta, aquellos adultos le impidieron aprender el maravilloso y necesario arte de la dialéctica, una herramienta indispensable en la vida de adulto; no supo nunca verbalizar sentimientos, ni aprendió a canalizar frustraciones. ¿Cómo podría Abel evitar ese defecto en la siguiente generación?
3 comentarios
Siendo humilde, sufridor y deseando sinceramente que sus hijos sean mejor que él.
por a primera hora... el agosto 10, 2010 a las 10:33 am. #
Los niños son seres humanos con los mismos derechos que los adultos, se merecen respeto y dejarles hablar cuando lo pidan, se merecen unos buenos padres que les eduquen con el ejemplo, un buen ejemplo.
por carmela el agosto 11, 2010 a las 8:42 pm. #
Creo que esto, que era algo cotidiano en la generación de los años 50-60, ya no lo es tanto (afortunadamente) en la actual, aunque todavía queden por ahí algunos cabos sueltos que convendría atar. En general, los de cada generación procuran que no les suceda con sus hijos lo que a ellos les ha sucedido con sus padres. Aunque siempre hay excepciones.
por José Manuel el agosto 19, 2010 a las 5:51 pm. #