Yo la cubro, princesa
Publicado el 16 de septiembre de 2023
El protocolo estaba claro. Recibir a los dirigentes de Oriente Medio que llegarían a las 12:30, comida en el palacio real de invierno a las 13: 40 y despedida oficial a las 16:00, cuando comenzaran las negociaciones, en las que ella no estaba invitada. Solo su padre y su hermano varón. Aunque tampoco es que la familia real tuviera voz ni voto, solo aparentar y apaciguar. No es que ella quisiera estar en las negociaciones precisamente para eso. No estaba licenciada en Relaciones Internacionales con máster en Política en Oriente Medio para sonreír y aparentar. Pero siempre lo supo. Su papel estaba escrito, aunque se dedicara en cuerpo y alma al estudio de resolución de conflictos internacionales. Debía asumirlo si no quería morir de depresión.
Pero no fue consciente de cuándo la desilusión de dejar que los hombres ocuparan su lugar y ella el suyo, lejos de todas las decisiones, se tornó en confusión. Quizá fue una sonrisa, quizá una mirada, quizá una sola frase en francés, una voz que más tarde recordaría. No era más que un guardaespaldas enfundado en un traje del ejército de El Líbano. Nada más que un «yo la cubro, princesa». Nada más que un guiño. Nada más que el gesto de dejar la puerta abierta para que ella escuchara. Nada más que una mano al final de la espalda.
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