Mar salvaje
Publicado el 5 de febrero de 2024
El mar revuelto estaba salvaje esa mañana. Casi sacado de una pintura de Sorolla. Con sus remolinos espumados, las siluetas recortadas ante los antipáticos visitantes. Un pescador cosiendo su red. Olas bramando como notas musicales, en una ruidosa ostentación de frustración. Un movimiento mecánico de ironía. Ahí era. Me sentía como en casa. El mar me susurraba bajito, como un contador de ideas absurdas. Yo, tumbada en un mullido colchón de arena húmeda, con hambre de justicia y dignidad. Aquella mañana sin calor me sentía enóloga experta en esas sustancias de embriaguez. Borracha de vacilación inconstante. Sensible de emociones fuertes. Abrasada la piel como con lejía. Vulnerable ante toda la inmensidad. Un arroyo incontenible de sinsentidos. Ya me dijo mi psicóloga que cuando me sintiera así evitara la atracción que ejerce el mar. Que me distrajera con algo bonito, como una caricia por el pelo de mi perra, un abrazo de un ser querido o un paseo por un bosque de pinos y piñas. Todo, menos acercarme al mar. Y lo he intentado; ese día incluso había ido a acariciar el pelo de una oveja, saltando la verja de la vecina, expresando de viva voz las emociones positivas que sintiera. Un arte que me cuesta normalmente. Lo invoco como un patinador deslizándose por la autoestima, la paz, la alegría. Pero, a renglón seguido, tropiezo con la ansiedad, la angustia, la desesperación, aun llevando las gafas de la positividad. Pero esa mañana ya no había espacio a filosofar. Aquella mañana el mar me sedujo con toda su atracción.
«10 tips para olvidar a tu crush». Colección Mil Amores.
Publicado el 25 de octubre de 2023
Me desperté cuando amanecía, pero no fui capaz de abrir los ojos. No todavía. Estábamos abrazados. Mi cabeza había bajado a su pecho y sus caricias no se habían quedado en mi mano, sino que en esos momentos enredaba en sus dedos uno de mis tirabuzones negros. Seguí un buen rato (mientras mi conciencia me dejó, así que no demasiado) disfrutando de ese momento, de ese olor a él que tanto había echado de menos, de ese hueco en su cuerpo que estaba hecho a mi medida. Que está hecho a mi medida, ya lo sé. Por fin fui capaz de afrontar su mirada. No soltó mi mechón de pelo ni hizo ademán de retirarse. Solo sonrió. Y yo lo abracé. ¿Lo abracé? Sí. Lo abracé. En lugar de darle los buenos días y subirme a la habitación a darme una ducha y coger un coche para ir a ver a mi novio en Barcelona, abracé a mi crush, como lo hubiera hecho si hubiera acabado de decirme te quiero. ¿Qué hizo él? Lo peor que podía haber hecho. Me abrazó también. Como si yo hubiera acabado de decirle te quiero.
Yo la cubro, princesa
Publicado el 16 de septiembre de 2023
El protocolo estaba claro. Recibir a los dirigentes de Oriente Medio que llegarían a las 12:30, comida en el palacio real de invierno a las 13: 40 y despedida oficial a las 16:00, cuando comenzaran las negociaciones, en las que ella no estaba invitada. Solo su padre y su hermano varón. Aunque tampoco es que la familia real tuviera voz ni voto, solo aparentar y apaciguar. No es que ella quisiera estar en las negociaciones precisamente para eso. No estaba licenciada en Relaciones Internacionales con máster en Política en Oriente Medio para sonreír y aparentar. Pero siempre lo supo. Su papel estaba escrito, aunque se dedicara en cuerpo y alma al estudio de resolución de conflictos internacionales. Debía asumirlo si no quería morir de depresión.
Pero no fue consciente de cuándo la desilusión de dejar que los hombres ocuparan su lugar y ella el suyo, lejos de todas las decisiones, se tornó en confusión. Quizá fue una sonrisa, quizá una mirada, quizá una sola frase en francés, una voz que más tarde recordaría. No era más que un guardaespaldas enfundado en un traje del ejército de El Líbano. Nada más que un «yo la cubro, princesa». Nada más que un guiño. Nada más que el gesto de dejar la puerta abierta para que ella escuchara. Nada más que una mano al final de la espalda.
María de la O
Publicado el 2 de julio de 2023
María de la O la llamaban. Siete hijos parió. Tres amortajó. Seis amamantó. Con uñas y colmillos defendió. Con uñas los apartó del depredador. Con colmillos mordió ella al violento. María de la O que fue insultada. María de la O que fue violada. María de la O, ultrajada. Irreal. Imprecisa. Dolorida. Un mar mortal que ya acaba.
Tocando el cielo (Primer premio Feria de Novela Romántica de Oropesa 2023)
Publicado el 25 de junio de 2023
Su espalda imperturbablemente pétrea sigue a mi lado otra noche más, otro año más, y ya van dieciocho. Dieciocho años viendo su espalda dormir plácida mientras escucho sus ronquidos de indiferencia. Una indiferencia que a mí me aprisiona en este matrimonio que me apaga mientras ardo por dentro perdiendo mi juventud. Me juro que esta será la última vez. Una última vez de culpabilidad casi infiel, única vía que he encontrado para sobrellevarlo. Él sigue roncando. Y bajo las sábanas encuentro mis labios ya húmedos de desesperación. Prietos de desatención. Calientes de desamor. Su respiración marca el ritmo de mis caricias. Si para de roncar yo también lo hago en un silencio culpable que me aplasta. Pero vuelve a respirar fuerte y yo acelero el movimiento casi con rabia. Acelero la circulación de mi sangre que por unos minutos vuelve a palpitar. Acelero mi esencia de mujer plena. Me creo viva de nuevo. Hasta que parece que toco el cielo. Pero es un cielo mudo, un cielo de placer solitario e infiel junto a una espalda imperturbablemente pétrea.
La paz que llegará algún día
Publicado el 12 de junio de 2023
No entrego la piedad que no pido. Guardo los sentimientos como en un santuario sagrado de resurrección. Silbidos de recuerdos que permanecen en la retina y se retuercen desde algún lugar que no puedo ya reconocer. Insensible a tu lástima. Así me encuentro hoy. Esperando una luz que puede que llegue desde lo desconocido. Desde un vuelo que baja en picado a demasiada velocidad. Con turbulencias y todo. Con miedos, también. Esperando tranquila el amanecer. Con una calma que no sé si me merezco. Que me roba cual pirata el último trozo de chocolate. En una ruta inesperada hacia alguna parte. Una ruta de fresas salvajes. Como en un sueño abstracto del que despertaré algún día. Tal vez estoy a punto de despertar. Tal vez ya tenga prisa por hacerlo. Tal vez me incorpore con sed. Con esa sed de sabiduría. Con esa sed de paz que llegará algún día.
El momento de saltar
Publicado el 28 de mayo de 2023
Sientes que sueltas el miedo. Que despliegan las alas del porvenir. Que las penas se alejan por la senda del pasado. Que el mañana que llama a tu puerta no pide ya permiso para entrar turbulento sin dejarte pensar. Sientes que el control que te aplastaba contra la pared de la perfección desata sus nudos. Que la libertad que te aterraba extiende sus brazos. Que en ti germina un futuro que ya no esperabas. Sientes un abismo de emociones bajo los pies. Un abismo de emociones que no te sostiene. Sientes que ha llegado el momento de saltar.
Actúa
Publicado el 27 de mayo de 2023
Remar, te dicen, contra marea.
Escalar, te recuerdan, las montañas más altas.
Volver, te insisten, a los recuerdos.
Gritar, te recomiendan, contra el dolor.
Encontrar, de una vez, el verdadero hogar.
Soltar, te piden, las amarguras.
Liberar, te exiges, a la razón.
Razonar, te ruegas.
Sentir se impone.
Culpa
Publicado el 10 de mayo de 2023
Culpa mía,
culpa tuya,
culpa de quién.
Siguiendo la ruta de los demás
inventas fracasos ajenos.
Fracasos de pájaro herido.
Silencios poco generosos.
Remedios de valientes.
Sonríe.
Procedimiento ante un renegón o renegona
Publicado el 4 de abril de 2023
Si usted desea ser feliz, aléjese de renegones o renegonas. Si no tiene esa opción, procure proceder de la única forma posible: ignorando a quienes se quejan de todo. Si es un desconocido o desconocida, finja estar de acuerdo, con una sonrisa de compromiso, y jamás le dé la razón, mucho menos se la quite. Si le da la razón, aumentará el listado de quejas; si se la niega, incrementará el número de argumentos sobre las mismas. Si, para su desgracia, el renegón o renegona es miembro de su entorno y no puede mantener la sonrisa de compromiso in aeternum, la mejor idea es hacer oídos sordos. «Sí, sí, cariño, cuánta razón tienes» sería su frase comodín a usar cada vez que el político de turno ha hecho de las suyas, el tráfico está insoportable, han vuelto a subir los precios, ya nada es como antes, se acerca el fin del mundo o hay que pagar impuestos. Pero, por nada del mundo, escuche esa retahíla. No se preocupe si el renegón o renegona se ofende por su falta de atención. Al día siguiente habrá olvidado su desinterés ante sus quejas y continuará con su perorata. «Sí, sí, cariño, cuánta razón tienes» es su única salida. Si, en cambio, usted no desea ser feliz, el consejo sería otro: escuche atentamente al renegón o renegona y prepárese para convertirse en uno.