Una improbable ternura
Publicado el 6 de noviembre de 2022
Cracovia, 1952. La misión era espeluznante. Nos habían preparado bien. Desmantelar aquel almacén de armamento nazi no iba a ser fácil. En nuestro destacamento éramos diez personas, además del capitán. No pude reprimir las náuseas y tuve que salir despavorida nada más entrar. Allí dentro había muerto mucha gente. Aún podías escuchar los gritos de auxilio sin apagar después de siete largos años. Yo era la única mujer del grupo y no podía por nada del mundo mostrar debilidad. Choqué con el capitán al salir para que mis compañeros no me vieran en aquel trance. Él me cogió de la cintura e impidió que echara a correr. Limpió mis lágrimas con una improbable ternura. Esa fue la primera vez que me cubrió. Después, hubo más.
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